Madrid y Barcelona acogieron el pasado sábado 4 de octubre dos vigilias frente a los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) de ambas ciudades. Más de 250 personas se dieron cita para la oración en la Zona Franca de la ciudad condal, convocados por la Fundación Migra Studium, en un momento íntimo, intenso y lleno de significado. Madrid hizo lo propio congregando a distintos movimientos sociales, parroquias, Archidiócesis de Madrid, ONGs, personas migrantes y voluntariado comprometido. Este año, las vigilias se centraron en el objetivo claro de tejer vínculos humanizadores y entrelazar las vidas que se rompen dentro de estos centros de internamiento.
Con el lema "Vidas deshumanizadas", en un ambiente de recogimiento, el encuentro de Barcelona puso de relieve la deshumanización que se vive tras esos muros, y que se concreta en aislamiento, falta de comunicación, soledad o desesperanza... pero también en todo tipo de violencias y falta de sensibilidad hacia las personas internadas en el CIE. Las consecuencias se reflejan en su salud mental y física, tal y como desvela año tras año la labor de los equipos de voluntarios y voluntarias del Servicio Jesuita a Migrantes que visitan y acompañan a personas internadas en los CIE.
El acto no se limitó a la denuncia de muros y vallas, sino que buscó visibilizar la ruptura de los lazos que unen a las personas internas con el mundo exterior. Para simbolizarlo, se llevó a cabo una danza de movimientos entrelazados que invitaban a construir esperanza tejiendo redes humanizadoras.
Uno de los momentos centrales fue la lectura de testimonios de personas que han pasado por el CIE, como David, de 34 años: “Tengo mucho miedo. Aquí dentro no sabes qué pasará, ni cuándo saldrás. Cada día es como si te fueran borrando.” También se escucharon denuncias claras de violencia dentro del centro, como la de Jonathan, de Honduras, que ponía de relieve una fuerza resistente: la de querer ser escuchados y reconocidos.
La vigilia también dio voz a las historias de cuidado y reconstrucción impulsadas desde fuera. Moussa, después de años en la calle encontró acogida y orientación en Migra Studium, y Assane, gracias al acompañamiento jurídico y social, ha podido iniciar su camino hacia la regularización. A través de todas estas historias —las que denuncian y las que curan—, la vigilia cobró sentido como un espacio de encuentro entre el dolor y la pequeña luz que persiste.
Para finalizar el acto, se leyeron los nombres de personas fallecidas a causa del internamiento y la expulsión. El silencio se volvió denso y tangible, con las velas intentando llevar un poco de luz a la oscuridad que representa el CIE. El encuentro acabó con la certeza de que la presencia, por pequeña que sea, humaniza el muro, y con el impulso de seguir luchando por el cierre definitivo del CIE de la Zona Franca.
El obispo de Sant Feliu de Llobregat, Mons. Xabier Gómez, se sumó a los participantes en la vigilia, que fue posible gracias a un equipo de voluntarias y voluntarios que la prepararon con gran cuidado, así como al apoyo de un grupo de jóvenes del Casal Loiola, responsables de la música y la performance artística. Una cincuentena de entidades y colectivos se adhirieron, apoyando la denuncia.
En Madrid, por su parte, los manifestantes se congregaron en el entorno de la salida del Metro de Aluche. Javi Baeza, de San Carlos Borromeo, dio la bienvenida haciendo presente las situaciones de vulneración de derechos y violencias a las que se ven expuestas las personas migrantes, especialmente en lugares como los CIE y que conecta con un fino hilo con la violencia en otros lugares como Gaza, Ucrania o Sudan. Animó a que en nuestra sociedad “la violencia no tenga la última palabra”.
Vicente Martín, obispo auxiliar de Madrid, denunció como los CIE “privan de libertad a las personas migrantes, muchas de ellas con arraigo, familia y trayectorias de inclusión en España”, haciéndose eco del reciente informe del SJM. También invitó a un Pacto Nacional de Migraciones que reúna a las fuerzas políticas en torno a “dignidad humana, el bien común, la seguridad y las responsabilidades compartidas”, dejando a un lado discursos ideológicos para apostar por una cultura del diálogo. Como muestra de ello reafirmó el apoyo explícito de la Iglesia a la Iniciativa Legislativa Popular por la regularización extraordinaria de personas migrantes.
Mahama, Mounir, Annur, El Maati, Ossama, Mamadou, Carmen, Nicolas y José Luis (“Pepelu”) guiaron el momento central de la Vigilia madrileá: Tres diálogos que teatralizaron momentos de detención, privación de libertad y repatriación de las personas migrantes, junto a dos testimonios directos de una persona interna víctima de violencia y de una voluntaria de acompañamiento. Todos ellos encarnaron las situaciones de soledad, desorientación jurídica, incomunicación, hostilidad o tristeza por la separación de la familia. “No entiendo muy bien mi situación aquí, sólo sé que quieren expulsarme y tengo toda mi vida aquí en España, mi familia”, explicaba Munir.Tras un momento de silencio, Iván Lendrino (Coordinador de CIE en Pueblos Unidos y SJM) y Javier Ojeda (Delegado de Cáritas Diocesana) cerraron el acto lanzando “mensajes de esperanza”, una expresión en línea con las claves de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado que se celebraba el pasado fin de semana, con la particularidad de dirigir los mensajes al Ministerio del Interior, justicia, policía, abogacía, iglesia y sociedad civil. Todo ello con la mirada puesta en el fin del internamiento, la defensa real de los derechos de las personas migrantes, el impulso de entornos seguros y el posicionamiento firme en torno a una cultura de la hospitalidad.