Estos últimos días hemos recibido dos grandes noticias. Por una parte, la firma del Papa Francisco de la beatificación de Mons. Óscar Romero, asesinado en 1980 por su lucha contra la violencia y la defensa desde la fe de los más vulnerables. Y por otra, la noticia de que ha sido abierta en San Salvador desde hace unos meses el proceso de beatificación del P. Rutilio Grande, sj asesinado en 1977.
Dos amigos cuyo compromiso por el evangelio y los más pobres los llevó a entregar su vida por el pueblo al que servían.
El asesinato del P. Rutilio en Aguilares (El Salvador) produjo en Romero un vuelco hacia los más pobres y desvalidos. Este jesuita había abandonado la enseñanza en la universidad para ir a vivir con los campesinos en un pequeño pueblo.
La noche del 12 de marzo de 1977 Romero veló el cuerpo de su amigo Rutilio y dos compañeros campesinos, sintiendo una llamada especial de parte de Dios:
“Esa noche sentí una inspiración divina para ser valiente y tener una aptitud de fortaleza, mientras que en el país, flagelado por la injusticia social, aumentaba la violencia”.
Sintió como arzobispo una misión especial de velar desde la fe por los más desfavorecidos, por aquellas víctimas de las injusticias y de la violencia en su querido El Salvador.
Esta entrega y cuidado de los más vulnerables, a ejemplo del Señor, les llevó primero a Rutilio y después a Romero a una suerte parecida a la del mismo Jesús: Dar la vida por amor. Damos gracias a Dios y hacemos fiesta por tener hermanos y hermanas mayores en la fe que nos animan a seguir en la misión de dar a conocer la buena noticia y nos acompañan en el caminar.