La guerra en Ucrania ha desplazado a millones de personas y constituye una emergencia humanitaria de impacto devastador para la población civil. Cuando nos acercamos ya al tercer año de guerra, el director del Servicio Jesuita a los Refugiados (JRS) en Europa, el jesuita español Alberto Ares recuerda las graves consecuencias de este conflicto sobre las personas refugiades y desplazadas, así como las respuestas que serán necesarias a medio y largo plazo.
Lo recoge en el artículo publicado por el centro de estudios Cristianisme i Justícia con el título Ucrania: un conflicto que no puede caer en el olvido, en el que señala también lecciones aprendidas que deben ayudar a gestionar mejor la acogida de personas migrantes y solicitantes de asilo.
Hemos aprovechado la ocasión para conversar con Alberto Ares sobre el trabajo que está realizando el JRS Europa junto a la Compañía de Jesús para responder a la emergencia humanitaria generada por esta guerra.
Estamos llegando al tercer año de guerra en Ucrania ¿Cómo está respondiendo el JRS y la Compañía de Jesús a la emergencia humanitaria que esta guerra ha provocado?
Desde el primer día de la guerra y antes, la Compañía de Jesús ha estado comprometida con las personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares debido a la guerra, especialmente con los más vulnerables. El proyecto One Proposal significa un compromiso conjunto de la Compañía de Jesús, respaldado en sus instituciones especializadas en este campo, como es el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) y la Red Xavier. Hasta ahora hemos acogido y acompañado a más de 120.000 personas tanto en Ucrania, como en los países cercanos.
¿Qué es lo que os preocupa más en estos momentos?
En JRS Europa, con nuestras 23 oficinas nacionales en todo el continente, nos preocupa que este grave conflicto se pueda quedar en el olvido, por eso necesitamos hacer presente la vida de 6 millones de personas refugiadas ucranianas en Europa y la de 14 millones de personas que necesitan ayuda dentro de Ucrania. Este conflicto se ha convertido en una guerra de baja intensidad que incrementa la precariedad de las personas más vulnerables, que se verá afectada por todo el contexto geopolítico mundial, especialmente después de las elecciones en la UE y Estados Unidos.
¿El retorno de las personas desplazadas es posible?
En estos momentos ha habido retorno de algunas personas, pero su situación es muy compleja debido a que se convierten en desplazados dentro de su propio país, sin un lugar donde llegar, traumas provocados por el conflicto, un mercado laboral casi inexistente en algunas regiones y difícil acceso a la educación presencial para los niños y jóvenes.
Acabas de publicar una reflexión en Cristianisme i Justícia titulada "Un conflicto que no puede caer en el olvido". ¿Crees que estamos ya olvidando que en Ucrania la situación sigue siendo crítica?
Como ocurre con todas las emergencias se corre el peligro de acostumbrarnos al dolor y al drama de tantas familias, así como a un devenir de conflictos y de desplazamientos que recorren todo el mundo como ocurre con Gaza, Sur Sudán, Venezuela, Líbano o Myanmar, entre otros. Por eso es tan importante la última visita que el P. Arturo Sosa, superior general de los jesuitas ha realizado la semana pasada a Ucrania, junto a una delegación de la Curia en Roma y Bruselas. Nuestros compañeros jesuitas y nuestros equipos del JRS sintieron el apoyo de la familia de la Compañía de Jesús, que no están solos en este barco.
En este artículo hablas de las lecciones aprendidas con esta emergencia en lo que se refiere a la recepción de refugiados. ¿Podría esta experiencia ayudar a Europa a gestionar mejor la acogida de personas migrantes y solicitantes de asilo?
A mi modo de ver, sí. La experiencia con los refugiados ucranianos así lo demuestra. Cuando hay voluntad política y una coordinación entre los estados que ponen la solidaridad y la dignidad de las personas en el centro, se produce el milagro de la acogida y la hospitalidad.
Han pasado algo más de tres años desde que te incorporaste como director del JRS Europa. A nivel personal ¿Cómo lo has vivido?
Cada día que pasa me doy cuenta de la importancia de acompañar, servir y defender a las personas migrantes y refugiadas en ciertos contextos que promueven la hostilidad frente a la hospitalidad, el recelo hacia el otro, en lugar del descubrimiento de un hermano o hermana. En estos tres años siento que mi vocación como jesuita se ha visto alcanzada por un Dios que me invita a caminar junto a él, peregrino, junto a aquellos que se han visto obligados a redescubrir el sentido de sus vidas y que aportan tanta esperanza.
Podéis leer el artículo de Alberto Ares Ucrania: un conflicto que no puede caer en el olvido